martes, 11 de diciembre de 2007

There is no coming back

A algunos lugares uno no debería ir, ni acercarse; como agujeros negros a uno lo absorben, y no lo sueltan. Jamás.

De esos lugares no hay retorno; de un beso urgente, de la última vez, la última línea. Es decir adiós para siempre, de mentira. De un lugar así queda uno prisionero, cautivo, indefenso, cándido como el instante en que entregó el dominio de su control o voluntad que valiera para algo; carácter.

Dicen que lo primero que hace falta para uno intentar re encontrarse cuando perdido, o encontrar un nuevo ser, más pulido, uno que hubiera aprendido de las situaciones, no errores, en las que otrora incursionó, es aceptar la situación. Decir "tengo este problema". Sea cual sea, decirlo. Aceptarlo.

La no negación, digamos.

Si, ya se...

Y es cierto, pero no alcanza. A un adicto a las drogas, por poner un ejemplo de una adicción sumamente indefensa y mediática, no le alcanza con saber que le encanta meterse cosas. Es necesario, fundamental y condición sine qua non que este ser, este individuo, atormentado por el exceso y por la escasez en igual medida, lo recuerde, se lo recuerde, se lo repita el 100% del tiempo a si mismo.

El tipo tiene que estar absolutamente todo el tiempo negando concienzudamente lo que más le gusta en lo inmediato por una suerte de inversión de confianza que hace con el compromiso, para el cual no está pronto, de futuro. De que algo menos parecido al peor de los infiernos jamás descritos de cualquier manera, eventualmente, llegará. Y así poder descansar.

Todo eso es cierto. Y la persona podrá eventualmente llegar, y estar más tranquilo, menos muerto, esperando morir. Pero de ese lugar nunca, realmente, regresará; ese lugar no se abandona en esencia. Su vicio, su adicción, su funcionalidad estarán adormecidas, entumecidas; pero nunca dejarán de ser parte de su carozo.

Porque de ese lugar nunca se vuelve. Del amor nunca se regresa.

“There is no cure for love”. Gracias Leonard.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Esta letra no la protestaré

Random. La idea, el concepto, la noción de darse, de voluntariamente dejar que pase algo que será lo que sea siempre me alucinó. En lenguaje vulgar, mortal se lo suele llamar azar, pero no es eso. Random no es azar.

Random siente y duele, y tiene que ver con la idea de serendipia, sensual, coqueta. Imposible de quitarle los ojos de encima, de pensar en otra cosa. Entregarse a la serendipia, aceptarla, es un acto de fe; de amor y fe.

Tiene alma de cantina, de bares de humo y mala mujer, un poco rota, imposible de evitar o evadir, entra y te va a explicar un par de cosas; nunca sonríe sincera pero su humor es veraz y su mueca contundente, hermosa, como la lección que estamos a punto de recibir.

La suerte es fácil, vulgar, otra vez. Bien puta como la casualidad. Uno se cruza con las situaciones, cosas, personas, oportunidades, emociones y demás que se tiene que cruzar cuando se dispone y se entrega a un modo randómico, cuando habilita que ocurra el suceso. Decisión de riesgo, en su sentido más aventurero, alma de jugador, ojos de poker, se entrega. No vas a vivir para siempre. La habilitación de la posibilidad, de la combinación aleatoria de los finales del camino. Elige tu propia aventura. Crossroads.

¿Cómo hacer para que ciertas cosas que están buenas de las que uno hace, medio que sin darse cuenta pero medio que si, no dejen de parecer un accidente? A uno primero, a los demás luego. Que no empiecen a parecer premeditadas, concienzudas, obvias y parecidas a las que se han dicho o hecho; las que te dijo, te hizo.

Cómo hacer para estar siempre, para no ser obvio, para no dar lo mismo.

¿Cómo hacer para que no de lo mismo que esté o no esté, para que no importe nadie más, nunca, nada? Cómo ser único y eterno; para excitar con sólo la idea de aparecer, tocar una fibra, mover un pelo; si por lo menos un pelo.

¿Cómo protestar algo que no dejo que me esquive? Si fui directo, de frente, voluntariamente al impacto.

No. Esta letra no la protestaré.