viernes, 8 de mayo de 2009

Por si el recuerdo

Hoy, que es apenas mayo; hoy que no hace ninguna fecha ni de tu nacimiento, ni de tu muerte, ni tu ida, ni tu vuelta, ni tu nada más que quizás de algún resfrío otoñal. Hoy, que hace años tu cara en los afiches que te sentenciaban me emocionó en las calles de la plaza. Hoy, luego de mucho, vuelvo a este espacio para poner tus palabras, que también, y con tu permiso, hago mías.

- ¿Qué cosas le gusta hacer?, le preguntó en una oportunidad un periodista.

- Pensar, leer, escribir, charlar, discutir de buena fe; beber, tomar mate, caminar, la temperatura de 25 grados, pescar, criar animales y plantas; los colores verde y ocre, el olor a nafta, a bosta fresca, a limón, a humo de madera; el razonamiento de los niños, las posaderas de mi mujer, buscar un acorde en la guitarra, mis buenos recuerdos y los malos también, cuando son claros; estar sentado, tranquilo; viajar en ómnibus por la ciudad, el truco y la carambola, mi perro, mis manos – a veces -, que se parecen a las de mi hija; algunos objetos que conservo: cajitas, huesos, dibujos, papeles escritos, libros que he leído mucho... mil cosas más; el campo, a toda hora, el ruido de un motor afinado, las ciencias naturales, algunas voces humanas (la mía no); mi lugar de trabajo, la gente honrada, sincera y generosa; los limpios, y por sobre todo, compartir con ellos todo lo que más aprecio y hasta casi todo lo que amo.

Y cómo no ir entonces rumbo al Cerro, sentado también del lado de la vida, en el asiento de atrás del tuyo, Alfredo. En silencio, pensando en milongas que silbamos para los adentros de cada uno de nosotros; retumban.

Gracias; otra vez.

Un abrazo.