La
incertidumbre vuelve a arrojarme a tus orillas y, así, avergonzado
de no haberte rendido el honor, el respeto que te mereces, intento
volver a acomodar las letras y las palabras con el objetivo de
sentirme un poquitito mejor.
Yo y
nadie más que yo.
Algunas
cosas no cambian más; definitivamente, y si es que algo cambio en
este cuerpo que irradia cada vez menos calor, seguro no es para
mejor.
Y
entonces:
Cómo
volverse fundamental, importante (¿importante?); cómo lograr ser,
haber sido algo.
Cómo
intentar darle un sentido a la cantidad de vueltas de la tierra que
sea que nos toquen en gracia.
Cómo
cambiar alguna vida, si es que al menos la propia. Cómo no cambiar
ninguna, pero que alguien pueda llegar a extrañarme algún día.
Cómo haber podido cambiar la historia, alguna historia.
Cómo si
ni encontrarme los pies puedo, cómo si el ancla de mi punto muerto
está aferrada a los centímetros que hubieren separado a tu boca de
la mía, en los instantes en que se volvieran kilómetros, en que
sintiera tu deseo, tu respiración, tu exhalación erótica
fundamental, en que viera abrir tus ojos y me dispararas a la
galaxia, sin más. Sin absolutamente nada más.
Cómo,
si el tedio me viniera a buscar todos los días, a la misma hora, a
la misma cama, al mismo lugar, para la misma rutina. A faltarle el
respeto a la oportunidad, a la una; única. A reírsele en la cara. A
evidenciarme en la responsabilidad. A señalarme en silencio, juez y
parte.
Cómo
lograrlo, cómo, a ser la espada que te ponga contra la pared. Que no
me ames, que no me odies; que seamos novedad perenne, que flotemos en
el instante para siempre, como un explosión del cosmos, una que haga
algo, una re definición del norte, del sentido, que cambie un ápice
el rumbo del veneno bajando hacia mi estómago, mezclándose con mi
sangre, convirtiéndome en otra cosa algo más oscura.
¿Cómo?
Quisiera
que comprendas que no juego cuando hablo de lo que te hablo. Que me
muero de tristeza cuando sale tu tren, cuando quedo solo en la
estación, cuando barren el andén.
Que
existiera en mi boca un elixir inagotable que entretuviera a tu sed;
que te mudes allí. Que fuera lo que quisieras. Que encuentres en la
letra de un tango una pista del ayer; que no he sido el más bueno
pero que nunca quise serte descortés; que solamente fui un tonto, un
niño asustado del amor, de la belleza, de la frescura. Un
irresponsable. Otro hombre irrelevante, un alma del montón.
Quisiera
que, si encuentras la manera, te la quedes tú, mujer; que seas poco
amable con mis celos y mis aires de poeta. Que me pongas en mi lugar,
si me permites el atrevimiento, si soportas la insolencia.
Si tan
solo pudiera quererlo, lo querría, que de la forma que sea, el
universo se equilibre y caiga con justicia sobre mis hombros
enterrando en el lodo más visceral a estos hábiles pies de
escurridizo bribón.
¿Cómo
tener mi merecido?
Hoy no
estuviste. Y ahora entiendo que así se siente lo imposible.
Ahora lo
tengo.