martes, 25 de marzo de 2008

Por puro placer

Porque si, por el ejercicio nomás. Por pasar a saludar, por el arte de mover el aire de manera gentil, por el gusto de la fonía grata como grata es la miel fresca;  a ver cómo andabas. Porque tengo ganas y es mío.

Paso, reviso, saludo, pregunto que en qué andan?, que tanto tiempo. A ver si quedó algo sano, algo intacto. Lo escombros los esquivo con indiferencia, ya no son cosas, son nada, sólo son pedazos que valen menos que cero. Obstáculos inútiles, fáciles de esquivar; de burlar, si.

El recuento de los muertos es mera matemática, estadística, si se quiere. Uno más, uno menos, el reflejo de un mayor o menor éxito en la empresa foránea. Son sólo cuerpos, ya no personas.

Miles de mensajes, de inquietudes, de preguntas. Poco que responder. Mi paz, por favor, la estás pisando. Te animas a... gracias.

Un balsero esperando a cuál puerto, y que cuándo, que empieza a picar el hambre, a curtir el frío, que ya no somos los que éramos al zarpar. Y el temor de la frontera. Del rechazo. Hay que ser rápido como una gacela, sinuoso, sensual, sino erótico; la clave siempre ha sido convertirse en el deseado.

Mantenerse ahí. No perder el encanto. Aquello del equilibro. Palabras vagas.

Darle orden a las palabras tristes es más difícil que desordenarlas, o que ordenar las alegres, no por eso es un arte menos bello, delicado. Preciso.

Quizás parta hacia el oeste. Donde las sombras son más largas, el whiskey más abundante, el agua más preciada. Los tiros más certeros. La venganza más absoluta. El silencio sepulcral. Un sólo compañero, infalible. 

Siempre puedo regresar. El día perfilaba como determinante, mas no ha sido otra cosa que tedioso, largo en vano; demasiado varonil. El virus de la expectativa me ha cacheteado nuevamente: "este es mi hogar, forastero, fuera de mi propiedad", me ha gritado en la cara, apuntándome con su dedo fofo y lleno de secretos. Otra vez.

Ahora sólo quiero dormir, descansar en tu cintura; la necesito. Allí la vida es dulce, la muerte un chiste. Y si no despierto jamás, a lo mejor resulta mejor así.

Susúrrame, por favor, aquello que hace temblar mi fibra, las palabras que me regalas que hierven mi sangre.

Dímelo despacito, al oído. Por favor.

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