viernes, 25 de enero de 2008

Aire

Y entonces, respiro. Hondo, profundo, sintiendo el oxígeno que llena mi sangre y refresca el cerebro, aun sin encontrar remedio para la candidez del corazón, entro en un brevísimo recreo. Freno un poco y las perspectivas pierden ese efecto que toma todo cuando uno va a mil por hora, que es demasiado rápido hasta para ir rápido.

Han sido días que, para mi grata sorpresa, he estado más tranquilo.

Me acuesto y me duermo, me despierto y me levanto con la sensación templada, con el instinto en el pleno proceso de retomar el coraje, de volverse hermoso y retornándome a mi; sediento de belleza, de luz, de certezas que parecen desafíos porque son dudas hermosas con las que ya no me quiero atrever a bailar. Me atrevo, bailamos, y vaya si bailamos.

Enfrentado amablemente al planteo de que soy un obsesivo musical, no puedo sino sentirme agradecido; por el planteo en si y por los labios que me sentencian a la más feliz de las condenas. Good music is good, las verdades son absolutas, y si las combinamos sólo tenemos corazón, tenemos fibra, lágrima y piel. "La canción quiere"; y siempre porfía.

Del aplauso sordo no me quiero ir. El equilibrio que exige ese amor que es incondicional por imposible es hermosamente agotador; inabarcable, es un placer perderse en su violencia.

Aquí no hay mensajes ocultos, no hay códigos encriptados; palabras secretas. Aquí sólo dice que eres todo. Lo dice claro y fuerte, fuerte como con vigor. 

Esto no se muere y tampoco voy a matarlo, así que supongo que seguirá vivo. Y la tormenta, de tanto esperarla, finalmente llegará. Hasta entonces seguirás bailando conmigo, con mis dudas hermosas, las certezas desafiantes y las hojas en el pasto del parque.

Y ese día, cuando ella llegue, festejaré.

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