viernes, 18 de enero de 2008

Homage

No estoy seguro de qué es esto, pero creo es eso. Si. Como un ejercicio al que me invita la terapia, un giro de perspectiva, un enjuague de alma, de timo.

Tiene mucho que ver con las canciones que hacen mis días, que hicieron los nuestros; los momentos inmortales y eternos en que los colores del arco iris murieron de vergüenza cuando abriste los ojos y volví a tener cuatro o cinco años.

Tiene mucho que ver también con la nueva forma que me mira el agua, que me extraña (se que me extraña), el ángulo en que cae el sol los domingos de mañana que son domingos que tendrán tardes soleadas, cómo se mueven cuando fuman las bocas que fuman. Con la nueva percepción de la distancia, la irrisoria nueva dimensión de los miles de kilómetros, aquellos que burlamos con dos o tres palabras adecuadas, con el transcurrir de algunos días, 35 o mil.

El escozor del hueco del alma se convierte en admiración, en culto; me rindo. Demasiado tarde se hace esperando. Quiero estar listo y confío ciegamente en la sapiencia del tetris, su lógica, su efecto. Confío.

Hoy aprendo algo acerca de la pasión. Aprendo que no la mido, que no la busco, que me sorprende y que es su máxima virtud, que me cachetea y me desnuda y no pregunta ni pide permiso, mucho menos perdón. Aprendo que legitimiza aunque no justifique. Aprendo y me deslumbro ante la sanidad de la demencia, la locura apropiada.

Como Valerio revelando que al amor lo cura lo sensato. Como Keith y su afán por aceptar caramelos de extraños por el único motivo de que es lo que lo hace feliz. Happy. Su sonrisa, sus ojos y sus manos son pasión, son genuinas y ante su contundencia todo queda clarísimo.

"´Till the next time that we say goodbye, ´till the next time that we kiss goodnight". Jagger/Richards, 1974. Gracias de nuevo.

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