viernes, 15 de febrero de 2008

El cartel de "Pare", me lo comí

Son como las mil y media. ¿Dónde estás?

Me niego a cerrar estas páginas, a no abrirlas nunca más. Me niego rotundamente a decirte que no. No siempre me ha tocado ser el que dice adiós, el que se va, aunque en los últimos tiempos si he sido en repetidas oportunidades el que da la vuelta y pierde su espalda a lo lejos, en lo lejos; sin embargo sigo sin aprender a decir adiós.

Terminaré algo el día en que me termine, pero no pienso perfeccionarme antes de exhalar mi última sonrisa en aquel, el macabro arte de la despedida; por lo menos no por ahora. 

Justo ahora no.

Bobby Bare, un placer, me dice que es bueno tocar el verde, verde, verde pasto de casa. Y tiene razón. Lo extraño al verde, verde, verde pasto de casa, green, green, green; y a todas las cosas que me gustan y trascienden la flaqueza de lo prescindible: el horizonte, el viento que viene del agua, las calles del delito, el sol que viene y se va por donde tiene que venir e irse (¿a quién se le ocurre esconderse atrás de una montaña?).

Mis puntos cardinales preparan, apuntan y fuego. Dependo de la brújula de mi corazón, ahora lo se. Puedo, si, vivir sin ella, pero, lógicamente, perdido.

El otoño se acerca despacito. Sus luces amarillas, oblicuas, empiezan a bañar la cavidad que otrora hube entregádote. La tiñen de tibieza, le suspiran hojas quebrándose contra el suelo, como los pétalos de un verano que se seca, inevitablemente. El primero.

Opto por zambullirme al invierno, allí es donde añoro pertenecer. No pienso combatirlo, lo haré mío. A fuerza de abrazos y de humo blanco, pipa y paz, el frío me curtirá y se convertirá en calor de fuego, luz amarilla; womb.

El Montevideo cálido de estas fechas queda todo en tus delicadas manos. Mi cuerpo está hoy muy lejos, y los últimos días del calor de manual siempre es bueno aprovecharlos; nunca se sabe cuánto habrá que esperar para que las nubes conviden un generoso rayo de Rey que de lumbre a nuestra madriguera. Mas, de nuevo, frío no tendremos; no será él quien venga a golpear la puerta que nos abrigue.

No tengo noticias tuyas, pero sé como estás. Musical. Entera, hermosa. Invencible. Tuya. ¿Noticias mías? Llegarán cuando las estrellas dibujen nuevas constelaciones en el negro lienzo en que nos hemos buscado miles de noches, y con ellas, llegaré yo. O si antes atiendes mis aullidos, el terciopelo de mi lengua lamiendo las heridas.

Navega, navegante, síguelas hacia donde te lleven. Ellas son sabias y brillantes; sail on.

∫.

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