viernes, 29 de febrero de 2008

Cada 4 años viene un 29 a febrero

Hoy estuve revisando el cajón de mi pasado, los viejos recortes de las cosas que un día fui. Con relativa satisfacción, mas aun entendiendo que el orgullo en esto tiene muy poco que ver, me convido hoy con la posibilidad de ser por un ratito el que entonces.

Cuando tenía 22.

- DE LOS AMANTES

Reapareces en mis fantasías amorosas, jamás sexuales; hacemos el amor. La ternura, inconmensurable, no cede terreno a la carne. Celosa de nuestros genitales nos avoca a perdernos en nuestras pupilas que, borrachas, recorren nuestras caras; pómulos, labios, lóbulos, labios. Y tu cuello...

Nos contenemos el uno al otro, sólo porque si. Por carencia mutua, por deseo mutuo.

Ya nadie tocará jamás nuestros cuerpos como esta noche los tocamos nosotros, tu a mi, yo a ti. Ya nadie será tan dueño de nuestra piel, de nuestros valles y colinas, como esta madrugada lo somos el uno de las del otro. Nuestros piernas se abrazan, se anudan, y nuestras cinturas, que bailan algún waltz vienés.

Cuando cerrás los ojos me matás, mas no muero ni un instante de esta sobredosis de vida; no te vas ni por un segundo, siempre allí, descansas. Me gano la enorme responsabilidad de amparar tu descanso en mi pecho, y la tomo, gozoso de cuidarte, esta noche, en mis brazos. Tu mano sólo se mueve para acariciar la mía. Y mi mano disfruta, aunque asustada. Sabe que la luz de la mañana nos convidará con pudor y será entonces de asesinar el miedo. Porque todo vale, porque jamás es sexo. Y entonces nuestros dedos también comienzan a hacerse el amor.

Tu pelo me mata de la misma manera que el ensayo de tu ausencia que me hacen tus ojos, me sigo perdiendo en él. Tus labios vuelven a invitarme con el sabor de la lujuria que, hoy, no acepto. Me dedico a besarlos. Nada más; es todo.

No puedo evitar decir "te amo", y sabes que en cualquier momento me voy a ir, que siempre me vuelvo a ir. Me voy con mi fantasía colmada, me voy a extrañarte, a que me duelas. Y a dolerte. Esas cosas que no salen tan bien cuando estamos tan cerca. Me voy a que quieras que vuelvas, pero sin llamarme; jamás. Me voy para volver a darme cuenta de que no existe nadie como tu. Y de que somos el uno para el otro, perfectos, en dulce armonía.

Hasta ese momento en que regrese; como esta noche, en la que descanso en ti.

- SANTOS Y CRISTOS

Harto y cansado de buscar, caminar y transitar siempre el mismo camino, el camino más seguro. El camino que exige pensar, planear, diseñar, asesinar espontaneidad. Asesinarla deliberadamente, conscientemente. El menos adolescente. El que somos programados para buscar y transitar. Para eso debemos madurar y aceptar nuestras responsabilidades de adulto; sin patalear, eso es inmaduro. E inseguro.

Trajes, corbatas, horarios, caras serias, apagadas. Cuellos apretados, almidonados, insípidos, mañanas de afeitadora, axilas transpiradas en camisas de acrocel. Y el cuerpo aguantando, inconsciente, cual mula de carga; y la psique cargándose. Para explotar en noches de alcohol y drogas a escondidas, en noches de sexo sucio y apurado. Noches de gritos, de cólera, de risas fuertes, falsas, de explosión sin llanto. Noches de más alcohol y más drogas. De odio. Borracheras y resacas. Una noche de borrachera, seis días de resaca. Para explotar en baldes de mierda y de mentira. Terapia del mediocre. Humanidad letal.

La misma silla frente al mismo monitor. Todos los putos días. El mismo trayecto en el mismo ómnibus, con los mismos infelices y sus caras de infelicidad; el mismo desayuno de todas las mañanas, a la misma hora; la misma mujer para el mismo sexo de todas las noches, iguales; las mismas fantasías para masturbarse. Movimientos de memoria que cuadran a la perfección. Todo se encuentra en su lugar. Incómoda armonía.

La misma ventana con el día más increíble afuera. Afuera de las ocho horas de todos los días. A un costado, lejos, del puto camino en cuestión. Harto. Harto del calor de afuera, del ruido del ordenador. Del mismo camino seguro, otra vez. El que nos alimentará el cuerpo, basura; el que nos dejará el alma desnutrida, muerta y seca. Hedionda.

¿Y qué de todos mis sueños de niño? De adolescente inquieto, soñador, incurable, incansable. ¿Y qué de mis ganas de antes contra las de los demás? Mis ganas sin experiencia, pero ¡con cuántas ganas! Las suyas con cicatrices, represivas y dictadoras; seguras. ¿Y qué de mis ganas de amar, de llorar, de reír, de asustarme? ¿Y qué de mis ganas de amarte?

El camino seguro de los santos y cristos. Putos santos y cristos. Y puto su paraíso seguro.

Y de la nada, y de golpe, llega aquella y empieza a hacer de las suyas. Cagadas. Death comes ripping. Una milésima de segundo, y en ella, un millón de pensamientos. Del otro camino, el otro desayuno y las otras mujeres. De las caricias sin sexo, las noches de alcohol sin odio y sin resacas. De todo lo que podría haber sido, todo lo que había en los otros caminos. De un alma con un dejo de vida, uno que no haya sido extinta del todo y siga quemando, un poco.

Una milésima de segundo sin túnel y sin luz en su final, sin dolor, sólo con angustia. Angustia del otro camino. Del que no transitan los santos y los cristos. Angustia que no sienten los que mueren de felicidad. Sin caminos ni planes, ni horarios ni cuellos, ni responsabilidades extranjeras ni mañanas de afeitadora. La angustia que no sienten los que mueren con la felicidad de haber vivido.

Y entonces, ¿qué de los santos y los cristos y su puto camino seguro?


No se qué tan lejos estaré hoy de aquel que fui. Pura curiosidad, pues tampoco es demasiado importante. Mañana mismo marzo volverá a ubicar todo en su lugar, en la cómoda normalidad.

Si se que tu estás muy, muy lejos. Insoportablemente lejos de mi hoy.

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